🥵 La fuerza de voluntad también se agota
Lo que parece pereza o falta de fuerza de voluntad en realidad es, en muchas ocasiones, agotamiento. El autocontrol es un recurso limitado.
Cuando alguien dice “No tengo fuerza de voluntad” en realidad quiere decir “Tengo problemas para decir que no cuando mi [corazón, estómago, boca o cualquier otra parte del cuerpo] quiere decir que sí”.
Sabes que no deberías comer otro trozo de tarta, pero ¿quién puede resistirse a una madre sosteniendo una porción de tu postre favorito preparado especialmente para ti?
A veces, sucede al revés: tienes problemas para decir que sí cuando otra parte de ti quiere decir que no.
Deberías ponerte a estudiar para el examen de la próxima semana, pero no quieres quedarte encerrado en casa un sábado por la tarde.
Resistir la tentación y evitar la procrastinación. Ambas son las dos caras de la misma moneda: el autocontrol.
Esa capacidad de retrasar la gratificación (te hablaba de ello en el anterior post), el decir que no cuando necesitas decir que no y decir que sí cuando necesitas de decir que sí, el hacer lo que toca en cada momento… Eso es autocontrol.
La fuerza de voluntad es, en realidad, autocontrol.
Tu cabeza (razón) quiere un beneficio mayor pero retardado y tu corazón (impulso) desea una satisfacción menor aunque inmediata.
De hecho, puedes sentir físicamente, de forma clara y real, esa tensión, esa lucha dentro de ti.
Si has intentado cambiar algún hábito de tu estilo de vida, ponerte a dieta, hacer ejercicio o ahorrar algo de dinero, has pasado por muchas de estas situaciones de tensión interna, ¿verdad?
Apostaría a que algunas veces has logrado imponer tu voluntad racional a tu impulso emocional. Sobre todo, en los primeros días.
Pero también me atrevería a decir que no ha durado demasiado. Esa voluntad y determinación poco a poco se han ido apagando, igual que se agota un músculo en el gimnasio, repetición tras repetición… serie tras serie… ejercicio tras ejercicio.
Tú le echas la culpa a tu falta de fuerza de voluntad.
Pero deberías saber que el autocontrol es un recurso limitado.
El autocontrol se va agotando.
La clave aquí es comprender que cuando hablamos de autocontrol no lo hacemos en el sentido limitado de la palabra. No nos referimos solamente a la fuerza de voluntad necesaria para superar un vicio o cambiar un hábito.
No.
Hablamos de un significado de autocontrol mucho más amplio:
cuando no le dices a tu jefe lo que estás pensando,
cuando me muerdes la lengua frente al cliente maleducado de turno,
cuando prestas atención a una presentación de ventas en tu trabajo,
cuando estás estudiando o aprendiendo una nueva habilidad,
cuando trabajas con máxima concentración para terminar ese proyecto tan importante,
cuando el vecino de enfrente pone a Maluma a todo volumen,
cuando escuchas a tu cuñado hablar de conspiraciones del Covid,
o cuando estás en un atasco de camino al aeropuerto y ves que puedes perder tu vuelo a Bali.
Todas esas situaciones van vaciando tu depósito de autocontrol.
Hasta que se agota.
Por eso es más fácil que te saltes la dieta cuando llevas varios días siguiéndola al pie de la letra o que pidas una pizza para cenar después de un día duro en el trabajo.
Sí, has entiendido bien: las dietas son más difíciles de seguir conforme avanza el día.
Lo que parece pereza, muchas veces es, en realidad, agotamiento.
Este es otro de los motivos por los que la fuerza de voluntad es una mi***da: se agota. No puedes depender de ella para cambiar tus hábitos y estilo de vida. Al menos, no totalmente.
Y no es una buena estrategia enfrentarte a esos cambios empleando la fuerza bruta, la determinación ciega o una voluntad de acero. No llegarás muy lejos.
Nadar contra corriente no es lo más inteligente.
Aprovechar las corrientes a favor, sí lo es.
“¿Es posible fortalecer el músculo de la fuerza de voluntad?” - te preguntarás.
Pues sí, es posible. Y te explicaré algunas formas de conseguirlo.
Aunque antes exploraremos algunas estrategias que te ayuden a hacer aquello que te has propuesto o a evitar aquello que has decidido que no te conviene.
Primero aprende a nadar y a hacerlo en el entorno adecuado (aguas calmadas y corriente a favor). Después mejora tu forma física (“músculo” de voluntad) y adéntrate en aguas agitadas.
En el próximo post hablaremos sobre el gran impacto que tienen en tu comportamiento las personas que te rodean y cómo puedes aprovecharlo a tu favor para comer mejor, beber menos, hacer ejercicio o ahorrar dinero.
Salut
Si te gustan mis contenidos, te resultan útiles y quieres hacérmelo saber, puedes responderme a este correo o invitarme a un café virtual ☕️.
Si todavía no estás suscrito a La Fuerza de Voluntad es una M***da! , puedes solucionarlo fácilmente dejando tu correo aquí 👇