🧨 Petardos, petardas e Instagram
Es sorprendente lo sensibles y vulnerables que somos ante determinadas estrategias de manipulación con las que nos acosan en las redes sociales. Descubre cómo hacer frente a una de ellas.
No me gustan las aglomeraciones.
Menos aún cuando se juntan el alcohol y la obligación de pasarlo bien.
Aquí entran todas las fiestas populares, fiestas de pueblo, macroconciertos, carnavales, Nochevieja y la verbena de San Juan. En Catalunya, esta última se celebra con especial euforia. Es la noche del 23 de junio. O sea, este próximo lunes.
Coincide con la llegada del verano, el final de los exámenes, el inicio de las vacaciones escolares y las noches más cortas del año (o los días más largos, según lo mires). Si a esto le añades el calorcito, que el día siguiente es festivo y que nos gusta más la fiesta que a un gymbro un espejo, pues no es de estrañar que sea una de las fiestas populares más masivas que tenemos.
Esta noche de celebración y descontrol tiene una peculiaridad: se encienden un montón de hogueras y se tiran todo tipo de petardos. Por eso, unos días antes, se instalan por toda Barcelona muchas casetas de venta de petardos y otros artilugios pirotécnicos.
Cada año montan una de estas en la misma calle donde vivimos.
La semana pasada, al pasar frente a ella, leí:
Venta de petardos sostenibles y respetuosos.
Vamos a ver…
¿SOSTENIBLES y RESPETUOSOS?
Cuando los enciendes y explotan, ¿tienen un sistema de autorecogida de los propios fragmentos del petardo esparcidos por el suelo? ¿Son biodegradables? ¿Estos petardos no dejan las playas, calles y parques hechos una mierda?
¿Acaso son silenciosos? ¿Respetan a las personas sensibles a los ruidos o a quienes quieren descansar? ¿Y a las mascotas? ¿Son respetuosos con el mobiliario urbano o con los deditos de los despistados que no los tiran a tiempo?
Me alucina la poca vergüenza con la que se han apropiado de dos características que el consumidor actual aparentemente valora - sostenible y respetuoso - y las asocian a un producto que, en esencia, es todo lo opuesto.
Es como poner en el escaparate de una armería “Gran surtido en pistolas pacíficas y navajas dialogantes”.
Todo muy coherente, vamos.
Oye, que entiendo la estrategia de marketing que hay detrás. Y no tengo duda que tendrá un efecto positivo en la percepción de los compradores y en las ventas.
Lo que de verdad me sorprende es cómo nos tragamos todas estas mentiras.
Lo sensibles que somos frente a determinados mensajes y lo vulnerables que nos mostramos ante estas sutiles estrategias de manipulación.
Justo estoy leyendo el libro “Influencia. La psicologia de la persuasión”, de Cialdini, un clásico que habla de todo esto.
Está por todos lados. Aunque últimamente, con las redes sociales, es exagerado.
Personas con relojes y coches de lujo dando consejos sobre cómo ganar mucho dinero sin trabajar para que tú puedas ganar mucho dinero sin trabajar explicándoles a otros cómo pueden ganar mucho dinero sin trabajar…
Cuerpos extremada y sospechosamente musculados y definidos mostrando el ejercicio que debes hacer para convertirte en la atracción del Ushuaia de Ibiza…
El experto corredor que te hace reviews sobre las nuevas plataformas de colores que necesitas comprar (¡ya!) para ganar puestos en los segmentos de Strava…
O la influencer que te enseña cómo preparar su smoothie de superalimentos y adaptógenos y que es su secreto para mantenerse tan joven y radiante…
Todos juegan, de forma más o menos, consciente, con varias estrategias psicológicas para influirnos con sus mensajes. Una de ellas, es la figura de autoridad. Y es una de las prácticas más habituales y potentes utilizadas por la publicidad.
En un mundo complicado, lleno de estímulos, en el que debemos tomar decisiones continuamente sobre la conveniencia de hacer o no hacer algo, disponer de un sistema que nos ayude a elegir de forma rápida y automática es una ventaja.
Es como tomar un atajo: a la mente le gusta y nos ayuda a desenvolvernos bastante bien.
Normalmente y en la mayoría de situaciones cotidianas, resulta útil.
Pero también puede convertirse en un problema si estas señales, imperceptibles e inconscientes, han sido puestas frente a nosotros, consciente y estratégicamente, por un “experto” en persuasión. Alguien con conocimientos en la psicología humana y que normalmente tiene algún interés en convencernos de que la información o consejos que nos ofrecen, es lo que debemos hacer.
Cuando tenemos frente a nosotros una figura a la que consideramos una autoridad, un experto, bajamos la guardia y tendemos a fiarnos de todo lo que nos cuenta.
Quedamos a expensas de sus buenas o malas intenciones.
El punto importante aquí es que la percepción de autoridad no tiene porqué estar basada en su formación, conocimientos o experiencia. Para nada. El “envoltorio” también crea esa percepción de figura de autoridad: el cuerpo, cómo viste (o no), un uniforme, el coche, el reloj…
Por eso se “disfrazan” de autoridad: para que su mensaje llegue sin resistencia.
“Eso a mí no me pasa. Yo ya soy consciente de todo esto y no me influye”.
Ya.
Si te crees tan listo, te recomiendo que leas el libro de Cialdini. Nos pasa a todos y con más frecuencia de la que nos gustaría y estamos dispuestos a reconocer.
¿Existe un antídoto? ¿Un sistema de defensa?
Más o menos.
El mero hecho de saber que somos muy sensibles a la figura de autoridad y que además sucede sin ser conscientes de ello, es el primer paso para estar alerta.
Aunque hay dos preguntas que puedes hacerte y que tal vez te ayuden a frenar ese impulso natural de creer todo lo que te dice esa autoridad que tienes frente a ti.
La primera: ¿Esta autoridad es realmente un experto?
O, al contrario, se viste (o desviste) como un experto, habla como un experto y actúa como un experto, aún sin tener formación, conocimientos y experiencia en el área en la que está dando consejos.
Quítale el disfraz y el escenario, a ver qué queda.
La segunda: ¿Qué grado de veracidad puedo suponer que tiene esta autoridad?
Explicado de forma simple: si tiene un interés (oculto o no) en lo que está aconsejando o recomendando, probablemente deberías cuestionar el mensaje.
Lo que vendría a ser el conflicto de intereses de toda la vida.
Si paras un momento, evitas esa primera reacción impulsiva, y respondes a estas dos preguntas, tal vez evites acabar comprando un suplemento que no necesitas, haciendo un programa de ejercicio que no está pensado para ti o gastándote 200 € en unas zapatillas de correr que ni te harán correr más rápido ni te librarán de las lesiones.
No te creas el 80% de lo que ves en Instagram.
No te dejes engañar por los Adonis y Afroditas del fitness.
Ves con cuidado con los petardos. También con las petardas.
Con los de ruido, y con los de Instagram.
Salut.
PD: Por si te lo has perdido, esta semana anuncié un nuevo proyecto en el que estoy trabajando con unos compañeros. Lo tendremos listo en octubre y, hasta entonces, iré desvelando poco a poco en qué consiste. Ya avanzo que va sobre running.
Y por eso he creado otro newsletter, que se llama El Anti-Runner.
Te suscríbes aquí abajo. Si quieres, claro.
El artículo es muy interesante.....
Pero Alex, debes cuidar la ortografía
4ª párrafo " no es de estrañar" EXTRAÑAR con X
Saludos