🧠 Ser razonable, mejor que ser racional
Al marcarte objetivos y trazar un plan de acción para conseguirlos no te fies de lo que parece perfecto sobre el papel y elige un plan imperfecto que puedas mantener incluso en los días de m***da.
Septiembre.
Mes de las buenas intenciones. Y hora de marcarse nuevos propósitos.
Si estás en ese punto, espero que el post de hoy te ayude a definir tus metas y trazar un plan de acción realista que reduzca las posibilidades de sentirte frustrado dentro de unas semanas.
Hoy te voy a hablar sobre porqué deberías ser menos racional, y más razonable.
Esta idea la he extraído ”La psicología del dinero”, una de mis últimas lecturas. Es un libro ameno y fácil de leer que habla sobre finanzas y felicidad y que está lleno de reflexiones y lecciones maravillosas aplicables, más allá del dinero, a la vida en general. Te lo recomiendo.
Yo, como no podía ser de otra manera, he llevado esa idea a mi terreno. 😉
¿Me acompañas y te la explico?
¿Has llegado hasta aquí por casualidad? ¡Bienvenido! Si no quieres volver a depender del azar para leer este newsletter y te interesa mejorar tus hábitos y estilo de vida de una forma simple, sin complicaciones y para siempre, dale al botón rojo.
Supongamos que entre tus propósitos post-vacaciones está perder peso.
Digamos 8 kg.
Y que tú, junto con tu entrenador o nutricionista, decidís establecer un objetivo (realista) y un plan de acción para los próximos meses.
Como eres una persona informada que, entre otras cosas, lee todas las publicaciones de este newsletter y me sigues en las RRSS 😉, ya sabes que lo que en realidad quieres, más que perder peso, es reducir el porcentaje graso sin perder masa muscular.
En el argot profesional hablaríamos de mejorar la composición corporal.
Bien.
Suele calcularse que un kilo de grasa corporal son aproximadamente unas 7.000 kcal.
Y sabemos que para reducir el porcentaje de grasa corporal es necesario crear un déficit calórico (= gastar más energía de la que ingieres).
Según las recomendaciones que nos dan algunos reconocidos organismos, como el ACSM (American College of Sports Medicine), una pérdida de peso progresiva y saludable debería situarse entre los 0’5 - 1 kg semanal. No más.
Vamos que, según estas recomendaciones, un plazo realista para alcanzar tu objetivo podría estar entre 8 y 16 semanas.
Seguramente estés pensando “Sí, sí… ¡yo quiero el de 8 semanas! ¡Voy con todo!”.
¡Quietoparao! 🖐
Si te parece bien, y antes de que te dejes llevar por la emoción, acompáñame con algunos cálculos. Vamos a tomar como referencia la opción más conservadora y después, si quieres, haces tú los cálculos de la opción más ambiciosa (multiplicando los números por dos).
Sobre el papel, si creas un déficit calórico semanal de 3.500 kcal, tu peso corporal disminuirá en unos 500 gramos a la semana.
Un déficit calórico diario de 500 kcal te permitiría perder medio kilo a la semana.
Si disminuyes tu ingesta calórica en 500 kcal diarias y no cambias tu nivel actual de actividad física, perderías aproximadamente medio kilo a la semana.
Si comes exactamente lo mismo, pero aumentas tu actividad física en 500 kcal diarias (=gastas 500 kcal más), perderías medio kilo a la semana.
Si reduces tu ingesta calórica en 250 kcal diarias y aumentas tu actividad física en 250 kcal diarias, perderías medio kilo a la semana.
¿Qué te parece? ¿Te salen las cuentas?
Bien, pues seguimos.
Para crear ese déficit diario de 500 kcal, decides que lo más inteligente es reducir un poco las calorías que comes y aumentar un poco las calorías que gastas.
Sabiduría popular en acción: no pongas todos los huevos en la misma cesta.
Piensas que incrementando tus pasos diarios de los 5.000 actuales hasta los 10.000 y haciendo ejercicio 3 días a la semana, podrías conseguir ese gasto calórico semanal adicional de unas 2.000 kcal.
Tu dietista puede prepararte un plan nutricional ligeramente hipocalórico (200-250 kcal menos al día) y así alcanzar ese déficit calórico de 3.500 kcal semanales.
Medio kilo a la semana.
8 kilos en 16 semanas.
Un plan sin fisuras, ¿verdad?
Pero ese plan tiene un problema.
Uno, pero bien grande.
El problema es que tú eres una persona, y no una tabla de Excel.
Una persona que vive con otras personas en un mundo de personas.
Y en el mundo pasan cosas.
Cuando hay personas de por medio, muchas más.
Cosas que no habías previsto en tu plan “perfecto”. Algunas, dentro de tu esfera de control. Otras, no.
Ese es el inconveniente de los análisis racionales: que parecen perfectamente lógicos, viables y alcanzables. Te proyectan a un futuro ideal, sin elementos sorpresa, excluyendo la carta del azar y el papel de los sentimientos y emociones que te influirán a lo largo de las próximas semanas.
Y, créeme, tus sentimientos y emociones influirán (¡y mucho!) en tus acciones.
Por este motivo, a la hora de trazar planes es preferible ser razonable que racional.
Un análisis racional puede confundirte, y hacerte creer que aquello que es posible (si todos los astros de alinean) es lo que acabará sucediendo, sin tener en consideración las probabilidades de que eso no sea así.
Un análisis racional con frecuencia sucumbe ante vocablos como “optimizar”, “maximizar”, “mejor”, “más efectivo”, “ideal”, “más rápido”, “máxima eficiencia”…
Y te conviertes, paradójicamente, en un optimista irracional: basándote en la exactitud de unos cálculos fríos terminas tomando decisiones que te colocan en una situación de optimismo exagerado.
Y un optimista exagerado suele terminar ahogado en su propia frustración.
“Tratar de ser más bien razonable funciona mejor que intentar ser fríamente racional.”
Morgan Housel
Más allá de los aspectos fisiológicos y metabólicos que he obviado para simplificar y hacer más comprensible el ejercicio de hoy (y que hacen que los cálculos anteriores no ocurran exactamente así en la realidad), existen muchos factores que se interpondrán entre tú y tu plan perfecto.
Y lo sabes.
Lo sabes porque ya te ha pasado anteriormente.
Y, aunque la vocecilla de tu fuerte motivación actual te susurre al oído “esta vez será diferente”, si te fijas en el histórico, no encontrarás niguna señal de que eso será así.
Por eso es mejor aflojar un poco, dejar un margen de acción, no exigirte demasiado…
Es mejor ser razonable, que racional.
¿A qué te puedes comprometer, razonablemente, durante las próximas semanas?
¿Qué estás razonablemente seguro que podrás hacer en los días de m***da en los que nada sale como tenías previsto?
Si has ganado esos 8 kg en los últimos 7 años (364 semanas)… ¿no crees que es más razonable perderlos en 16, 20 o, incluso mejor, 30 semanas que en 8?
Ser razonable es apostar a largo plazo, poner en valor el impacto de tus acciones diarias sumadas a lo largo del tiempo, buscar el beneficio del interés compuesto, centrarte en la repetición y constancia, asegurarte que tus acciones sean sostenibles y que las puedas mantener en el tiempo.
Ser razonable es aceptar que van a surgir imprevistos, ser flexible cuando aparezcan, tener preparado un plan alternativo y saber que “mejor hecho que perfecto” y que “uno es más que cero”.
Ser razonable es buscar la mínima dosis que te permita progresar hacia tus objetivos con el menor riesgo y que seas capaz de mantenerla toda la vida.
Dice el dicho popular: “Arrancada de caballo, parada de burro”.
Ser razonable es no ser ni el caballo ni el burro.
Si aceptas mi consejo, cuando planifiques tu próximo objetivo reduce en un 25% los cálculos de lo que piensas que serás capaz de hacer, por mucho que sobre el papel los números salgan.
Salut!
Por cierto, me hace mucha ilusión compartir contigo una charla que compartí recientemente con en su podcast Gente Interesante. Hablamos sobre los pies, el calzado, los beneficios de pasar tiempo descalzo, el barefoot running y muchas cosas más! 👣👣
Si te interesa el tema, aquí puedes escucharlo. ⤵️⤵️
Que fácil es hacer Excel y que difícil es que luego se cumpla 🤣