🙏🏻 Si puedes, quiere.
Por mucho que lo repitan, por mucho que lo oigas, no siempre puedes conseguir todo lo que quieres. Pero en mi opinión, sí deberías querer hacer todo aquello que puedes.
“Si quieres, puedes”.
Este es uno de lo peores consejos que leo a diario en las RRSS.
No lo digo, yo. Lo dicen los que saben de psicología.
Y es que este tipo de frases de color rosa, que puedes encontrar tanto en un anuncio de la marca de las tres bandas, en una taza mug de Mr. Wonderful como en cualquier reel de un alumno de Llados, están disfrazadas de falsa motivación y optimismo.
Y son un peligro.
No, no siempre que quieres puedes.
No puedes conseguir todo lo que te propongas.
No siempre puedes tener aquello que quieres.
Está bien así. y así debe ser.
Pero si te lo crees a pie juntillas, es probable que termines llevándote un chasco.
Oh!
Personalmente, con una simple inversión del orden de las palabras, se me ocurre un mensaje mucho más potente e inspirador.
Te contaré algo: tengo la costumbre de subir por las escaleras.
No es que tenga nada en contra de los ascensores o de las escaleras mecánicas. Para nada. También los utilizo. Poco.
Vivimos en una finca antigua, en un segundo piso, sin ascensor. Así que, en casa, no tengo otra opción.
En el hotel donde trabajo en Sitges, la zona de spa y gimnasio, la cafetería con vistas al mar desde donde escribo estas líneas y el comedor de personal están en plantas distintas. Aquí sí tengo otra opción, pero también subo a pie por las escaleras.
Alguna vez me han preguntado, “¿por qué subes andando si tienes el ascensor al lado?”
“Porque puedo”
Dicho así, suena seco y arrogante, así que le echaré una cucharadita de azúcar.
Mira.
A los 50 no puedes hacer lo mismo que hacías a los 30.
Da igual lo mucho que quieras o lo motivado que estés. Esto es así. Y si no estás de acuerdo es que todavía estás en los 30. Escríbeme en un par de décadas y lo comentamos.
Tu cuerpo no responde igual, tus capacidades no son las mismas ni te recuperas de la misma forma.
Pero a los 50 puedes estar mucho mejor que la gran mayoría de treintañeros con los que te cruzas por la calle.
Eso también es verdad. Y además, es lo que de verdad importa.
¿Y qué hace que una persona a los 50 esté más ágil, se sienta menos cansada y sea más activa que una de 30?
¿Ejercicio? Sin duda, ayuda.
¿Una buena genética? En parte, si dejas que esa “buena” genética se manifieste.
¿Los suplementos de Ana María LaJusticia? No, eso no.
Lo que hace en su día a día. Cada pequeña acción que pasa desapercibida pero que va sumando. Como los insectos, a los que apenas prestamos atención a pesar de que, sin su existencia, la vida en la Tierra sería prácticamente imposible.
Recuerdo, siendo un niño, los meses de agosto en San Martiño de Siós, una aldea del municipio de Ferreira de Pantón en Lugo (Galicia, si necesitas situarte).
Allí nos reuníamos cada verano, en casa de mis abuelos, toda la familia materna: tíos, tías, primos, primas… Los hermanos de mi madre también habían marchado de la aldea, siendo muy jóvenes, para buscarse la vida: Barcelona, París, Vigo, A Coruña…
Ya sabes, la vida en una aldea es dura y las posibilidades de ganarse la vida, escasas.
La cuestión es que el día a día de la gente de campo es muy duro.
Y la gente de campo es el mejor ejemplo de ser humano resiliente.
La casa de mis abuelos tenía los establos abajo, donde dormían las vacas, los cerdos y las ovejas. O sea, el espacio que hoy en día es el garage de cualquier casa unifamiliar, antes se destinaba a los establos.
Eso era lo habitual para aprovechar el calor que desprendrían los animales y calentar la vivienda, que estaba arriba. Supongo que también tendría que ver que las vacas no son muy diestras en subir y bajar escaleras... no sé.
Esa escalera, la que llevaba a la casa de mis abuelos, tenía escalones cortos, altos y de cemento sin pulir. Una de esas escaleras en las que es mejor no tropezar.
Siempre me llamó la atención ver cómo las subía y bajaba mi abuela, Eduvigis, con sus piernas cortas, su falda y delantal, y las botas. Pequeñita, gruñona, de apariencia débil, pero sorprendentemente ágil.
Es algo que comentábamos todos. Cómo, a sus casi 70 años subía y bajaba las escaleras, corría hasta la huerta a por una lechuga y un par de tomates para la ensalada, o cómo se agachaba para recoger patatas.
No te diré cómo quedábamos los urbanistas cuando íbamos a la huerta para ayudarles en la época de recogida de patatas… aún siendo 30 años más jóvenes.
Un desastre. Dos días de trabajo en el campo y estábamos para el arrastre.
Yo quiero llegar a los 70 como mi abuela.
Por eso subo escaleras (además de hacer otras cosas)
La gente de pueblo no sigue programas de fitness. No los necesita.
Simplemente siguen haciendo lo que siempre han hecho. Y lo siguen haciendo porque no tienen más remedio. Ellos no tienen opciones.
Nosotros, por suerte, sí las tenemos.
Pero, dentro de esas opciones, optar siempre por la vía cómoda es una mala elección.
Tal vez no seas capaz de hacer todo lo que quieres.
Aunque deberías querer hacer todo aquello que puedes.
Para mi es una forma de agradecimiento y respeto.
Agracedimiento por tener la capacidad de subir escaleras, o de desplazarme a pie en trayectos largos, o por poder cargar con los 20 kilos de la compra mientras cubro los 800m desde el super hasta casa. Muchas personas no pueden hacerlo.
Tenlo siempre presente.
Y es una forma de respeto porque no se me ocurre mejor forma de devolverle al cuerpo todo lo que nos da. Su capacidad y riqueda de movimiento es, sino infinita, enorme. Y el seguir haciendo aquello que somos capaces de hacer es la receta mágica para poder seguir haciendo aquello que actualmente podemos hacer.
Por eso subo escaleras en lugar de coger el ascensor.
Porque no quiero despertar un día y darme cuenta que ya no soy capaz de hacerlo.
Cuando tenga 70 años, quiero ser como mi abuela.
No, gruñón, no. Tampoco llevar falda y delantal.
Seguir siendo ágil, capaz, fuerte y resistente. Eso sí.
De ahí, mi consejo: si puedes hacerlo, quiere.
Hazlo porque quieres. Y hazlo porque puedes hacerlo.
Salut
Gran ejemplo ! Muy bueno 👍🏼
Genial como siempre Alex, gracias por seguir compartiendo tu tiempo y reflexiones. Recordar lo que fueron, lo que hicieron nuestros mayores nos hace poner los pies en la tierra en muchas ocasiones, por lo menos a mí.
Sumar esos pequeños gestos como los que comentas en tu artículo creo que al final nos acerca más a reconectar con lo que somos, con lo que fuimos hace tiempo.