👷🏼♂️Sobre giligaitas y ganarse el derecho
Está muy bien el esfuerzo y el progreso. Pero es importante consolidar cada paso que das, establecer una base sólida antes de dar el siguiente. Debes ganarte el derecho a progresar.
Gilipollas hay en todos lados.
En los gimnasios, también.
Debo tener la mala suerte de cruzarme cada vez con más… O tal vez he desarrollado un detector natural de imbéciles… O mi sensibilidad al gilipollismo está aumentando con la edad… O podría ser que sí, efectivamente, se reproducen más que los Gremlins en Aqualand.
El Universo, que es muy sabio, me ha dotado con una santa paciencia y un cierto pasotismo hacia los giligaitas. Estos dos atributos normalmente me funcionan muy bien para contrarrestar los síntomas de la exposición aguda a este tipo de personas.
Menos ayer.
Ayer no había paciencia o indiferencia que resistiera.
La cuestión es que estaba entrenando con un cliente en el gimnasio y …. ¡buummm!
El estruendo de una barra cargada con discos cayendo al suelo. Seguí a lo mío.
¡¡Buuuummmmm!!
Un par de minutos después, mismo temblor en el suelo. Busqué con la mirada el orígen. Me pareció intuir quién, en la zona de peso libre, podría haber sido el responsable.
El, digámoslo así, “presunto” gilipollas.
Como no hay dos sin tres, me fijé en los que entrenaban por aquella zona, en los ejercicios que hacían y en el material que estaban utilizando. Pasan otros dos minutos y el “presunto” coge la barra Z, se tumba en el banco y empieza a hacer un press francés.
1… 2… 3…4…5… 6… 7… 8… 9…. 10… ¡¡¡¡BUUUUUMMMMM!!!!
Deja caer la barra, por detrás de la cabeza hasta el suelo.
Confirmado: el presunto ha dejado de serlo. De golpe.
El tipo se levanta y se va, dejando la barra con discos tirada allí, en el suelo, al pie del banco. No sé si sintió el chorro de fuego que le lancé con la mirada o tuvo un apretón repentino. Pero se marchó. Se fue más rápido de lo que yo hubiera tardado en llegar hasta él.
Que yo ya empezaba a ir hacia allí…
Porque, aunque no es mi trabajo, y aún estando con un cliente, hay comportamientos que no se pueden ni deben dejar pasar.
No tanto, supongo, como para salir corriendo detrás de él.
Bueno.
Esta vez no pudo ser. Mala suerte. Anoto la matrícula.
En otras ocasiones, en cambio, sí he llegado a tener esa conversación incómoda.
Muchos asienten, se disculpan y son más cuidadosos en las siguientes series. Entienden que respetar al resto de usuarios y cuidar el equipamiento son parte de las reglas.
Todo en orden.
Otros, en cambio, se rebotan.
Estos son los gilipollas+. Otro nivel. Superior. La élite del gilipollismo.
“Que si entreno muy duro y lo doy todo”, “que si antes de hacerme daño yo o que se me caigan las mancuernas encima las tiro“, “que si se rompe el material que compren nuevo, que yo ya pago mi cuota…”
Yo, yo, yo, yo y yo.
Una cosa tengo clara: el nivel de gilipollismo no guarda relación alguna ni con la masa muscular, ni con la edad ni con lo fuerte que estás. Un poco sí, con el sexo: los tíos solemos comportarnos en el gimnasio de forma más egocéntrica y primitiva que las mujeres.
Te diré algo:
Si no eres capaz de completar un ejercicio con una buena técnica, control, amplitud y, al terminar la serie, bajar controladamente lo que sea que estés levantando y dejarlo con delicadeza en el suelo, rack o mancuernero, no mereces usar esa carga.
No, no lo mereces. No te lo has ganado. No tienes nivel suficiente.
Tampoco mereces entrenar en un gimnasio junto a otras personas. Mejor te quedas en casa, tiras lo que quieras al suelo y le cuentas al vecino de abajo tus milongas de culturista frustrado. Pero ese ya es otro tema.
Mira.
Creo que se nos está yendo de las manos. Estar motivado, esforzarse y querer darlo todo está muy bien. Pero no a cualquier precio. Y menos aún cuando ese precio compromete tu seguridad y la de otros, molesta o falta el respeto a los que te rodean y estropea el material o equipamiento, que es de todos.
Hace unos días vi un video de una carrera de 21k de no sé dónde. Da lo mismo.
Una chica, a varios metros de la llegada a meta, con cara desencajada, tambaleándose de lado a lado, cayendo sobre unas rodillas que ya no podían soportar su cuerpo. Si no fuera por el outfit y el chaleco con las botellas de hidratación, bien podría ser la estampa de una turista irlandesa volviendo a casa tras una noche en Magaluf.
Varias personas, se acercaron para tirar de ella, levantarla del suelo y, mientras la arrastraban, darle ánimos para que cruzara la meta.
¡Mandagüevos! ¡Si lo que necesita es asistencia médica y no una medalla de finisher!
En algo estaremos todos de acuerdo: una de las cosas más satisfactorias para el ser humano es la sensación de progreso. Eso tiene una fuerza enorme, te enorgullece y alimenta tu sensación de competencia, capacidad y autoconfianza.
No hay nada más potente que esforzarte y conseguir aquello por lo que has luchado.
Pero cada etapa, cada peldaño que subes, no sólo te lo tienes que ganar.
También te lo tienes que merecer.
Me explico.
Esto no va solamente de esforzarse o “alcanzar” lo que te has propuesto. También es hacerlo con solvencia. Hacerlo bien. Con un cierto margen de seguridad. Vamos, de llegar, en cierta forma, sobrado.
Es importante avanzar, pero también consolodidar ese avance.
Los alpinistas no suben a un 8.000 del tirón. Lo hacen por etapas y esperan el tiempo necesario para aclimatarse a la altitud de forma progresiva.
Los buzos, tampoco. No ascienden directamente desde el fondo, sino que hacen las paradas necesarias para que su organismo se adapte a los cambios de presión.
Pero hoy, todavía no has corrido tus primeros 10k, y ya estás pensando en la inscripción al maratón de tu ciudad del año que viene.
Vamos de niño precoz, aunque no pasamos de adolescente impaciente como Vicente.
No pretendas correr antes que caminar.
No te pongas 80 kg en la barra si ya pides ayuda a partir de la segunda repetición.
No quieras correr un maratón hasta que no hayas completado varios 21km.
Si no eres capaz de bajar las mancuernas con control, coge unas menos pesadas.
No subas las cargas si no eres capaz de trabajar en todo el ROM con buena técnica.
Hoy en día, todos reivindican sus derechos a hacer lo que les da la gana.
Pocos quieren ganarse los méritos necesarios para hacer lo que les da la gana.
Como suele decirse, quema etapas. No corras. Avanza paso a paso. Reconoce tu esfuerzo y méritos. Afianza ese nuevo nivel que has alcanzado. Disfruta del camino. Sigue. Déjate siempre un margen de seguridad, por lo que pueda pasar. Mejor quedarte con ganas de más que pasarte de frenada. Sé paciente. Más.
Gánate el derecho a aspirar a tu siguiente desafío.
¡Ah! Y, por favor, en el gimnasio, no tires las mancuernas al suelo.
Bien.
Ya me he quedado un poco más descansado.
Salut
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