😷 El comportamiento es contagioso. La obesidad, también.
Crees que tus decisiones y acciones las eliges tú. Que, como ser racional que eres, tienes el control sobre todo lo que haces en cada momento. Te equivocas. El entorno, con frecuencia, decide por ti.
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Estás en una habitación. Supongamos que es una sala de espera. Oyes un ruido estrepitoso en la habitación de al lado. Un ruido que bien podría ser la caída de una persona.
¿Qué haces? ¿Vas a ver qué ha sucedido? ¿Sales a avisar a alguien? ¿Sigues jugando con el Candy Crush?
Te lo digo yo:
Si estás solo, es bastante probable que te levantes y vayas a comprobar qué ha sucedido y si alguien necesita tu ayuda.
Pero si estás con alguien más en la sala, seguramente no harás nada. Y, si lo haces, actuarás más lentamente que si estuvieras solo.
Numerosos estudios llegan a la misma conclusión: los grupos no responden tan bien como los individuos.
¿Por qué?
Bien, en la situación anterior debes procesar dos estímulos: 1. la posible causa del ruido y sus consecuencias (alguien podría necesitar ayuda) y 2. la reacción del grupo.
Frente a una situación poco clara, lo normal es buscar pistas alrededor que te indiquen cómo interpretarla y cómo actuar.
Nadie quiere sentirse ridículo actuando de forma alarmista ante una situación que no tienes la certeza que es grave. Por eso activamos nuestras antenas sociales y nos fijamos en qué hacen los demás.
“¿Saltan de la silla y van ayudar? ¿O siguen con sus cosas?”
Claro, los que comparten habitación contigo, pasan por el mismo proceso interno. Así que, ante la duda, es bastante probable que os quedéis sin hacer nada.
Conclusión: hacemos las cosas porque vemos que los demás las hacen.
El comportamiento es contagioso.
La obesidad, también. Al menos, en parte.
Si un amigo íntimo tuyo se vuelve obeso, tus probabilidades de también volverte obeso ¡se multiplican por tres!
Incluso aunque tu amigo viva a cientos de kilómetros de ti…
WTF!!??
¿Sabes qué otras cosas son contagiosas?
Beber, el matrimonio, la forma de vestir, cómo gastas o inviertes tu dinero, el uso de las RRSS, entrenar con zapatillas Converse en el gimnasio, los peinados o tatuajes de los ídolos deportivos…
TODO.
Los hábitos son contagiosos.
Seas consciente o no, tiendes a imitar lo que ves a tu alrededor.
Por una parte, lo que te rodea moldea tu concepto de lo que es normal, lo corriente, lo que es aceptable o deseable y lo que no.
Así que acabas comprándole un móvil a tu hijo de 10 años porque todos los niños de clase tienen uno.
Ah! Y porque ante una situación de extrema urgencia, como una invasión Zombie, podrás localizarlo y comunicarte rápidamente con él.
Claro.
O acabas asumiendo que, a partir de los 30, es normal tener esa barriguita cervecera porque, bueno, todos tus amigos son “fofisanos”.
Ten presente que las fuentes de influencia son constantes y que abarcan mucho más allá de tu grupo de familiares, amigos o colegas del trabajo. Tu vecindario, el gimnasio al que vas, tu ciudad, tu país, tu religión, las personas a las que sigues en Instagram, tu tribu del box de Crossfit, tus deportistas favoritos, las series que ves en Netflix…
Todas ellas te dan pistas sobre qué es “normal”, qué se espera de ti y cómo debes comportarte en cada uno de esos entornos (o en la vida en general).
Por eso, cuando te encuentras ante un ambiente o situación desconocida, ya sea un acto religioso de otra cultura, una fiesta en la mansión de un megamillonario del upper Diagonal de Barcelona (cuando tu vienes del barrio de Sants) o en un viaje a un país exótico, lo primero que haces fijarte en las personas y en su comportamiento.
Pero además, tu círculo de amistades ejerce una influencia especialmente intensa sobre ti. Tanto, que puedes acabar haciendo cosas que habías decidido no hacer más. O haciendo algo con un grupo de personas que no nunca haces en otros grupos.
Y como no quieres desentonar, como quieres ser parte de esa tribu, para no ser el “rarito”, como el sentimiento de pertenencia al grupo es una gran motivación para actuar, puedes verte:
fumando cannabis cuando nunca antes te había llamado la atención,
saltándote la dieta en la “noche de chicas”,
pillando una buena cogorza cada sábado noche,
jugando a la PlayStation hasta las 4:00 am,
comprándote un coche que no te puedes permitir,
o con un liguero y un revólver tatuado en los muslos.
Aunque también podrías encontarte:
saliendo a correr cada mañana con un par de amigas del gimnasio,
yendo a trabajar en bici,
planificando un trekking en las islas Madeira para las vacaciones,
escuchando podcasts sobre emprendimiento o negocios online,
o siguiendo la dieta paleo como el resto de colegas del box,
¿La diferencia entre ambos escenarios? Las personas que te rodean y sus hábitos.
Creo que ya tienes clara la importancia del entorno y el papel que desempeñan los que te rodean en tus hábitos (buenos o malos).
¿Y ahora qué?
Ahora es el momento de identificar qué personas de tu entorno son tus cómplices en los hábitos que estás intentando dejar, cuáles son tus aliados y cómo podemos convertir a algunos de esos cómplices en aliados.
De eso hablaremos la próxima semana.
Si te apetece ir avanzando, te propongo hacer una lista de las personas con las que pasas más tiempo y que más influyen sobre ti, tus pensamientos, tus decisiones y tus acciones.
Toca hacer una auditoría de tus conocidos.
Salut.
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Grandes reflexiones en voz alta. He pensado muchas veces todo lo que comentas, me siento muy identificado.
¿Somos totalmente libres cuando dejamos de imitar lo que nos rodea y empezamos a tener nuestros propios hábitos, los de cosecha propia? Muy interesante
Muy bueno. Espero con " ansiedad" la próxima semana.
Saludos Alex