🥂 La importancia de saber qué es lo importante
Si eres de los que cree que en cualquier celebración no puede faltar el alcohol, una buena comida o algún postre para endulzar el momento... hoy me gustaría que me respondieras a una pregunta.
Te planteo un dilema:
Estás cenando en un restaurante junto a un grupo de personas. Seguramente coincidamos en que para disfrutar de la noche “perfecta” deberían cumplirse tres premisas: una compañía agradable, una comida deliciosa y un servicio impecable.
Pero supongamos que sólo puedes elegir uno de esos tres, ¿con cuál te quedas?
¿Una buena compañía?
¿Un excelente servicio?
¿O una comida deliciosa?
Piénsalo… pero no me respondas todavía.
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Esta mañana hablaba con Hans, un cliente.
Hans y su familia acaban de instalarse en Sitges.
Por si no la conoces, Sitges es una bonita localidad costera, a unos 40km al sur de Barcelona: clima mediterráneo, playita, sol, fiesta, gastronomía, vida social…
Así que, si vienes de Alemania, lo normal es sentirse como un niño en una tienda de juguetes: quieres disfrutar de todo… ¡y de todo al mismo tiempo!
Hans lleva algunas semanas cansado, sin poder entrenar con intensidad, se ha saltado algún entrenamiento y no ha terminado algún otro… Su humor, incluso, no es el mismo.
¿El motivo?
Bueno… acabas de cenar… los niños ya están en la cama… te sientas en el jardín con tu pareja (o algunos amigos)… es tu momento de tranquilidad… la temperatura es agradable… la puesta de sol…
“¿Cariño, abrimos una botella de vino?”
Te diría que tal vez no sea una buena idea si tienes pensado ir a entrenar a las 8:00 de la mañana pero, bueno, me temo que mi opinión es sesgada.
Y no, tampoco voy a darte la turra con los (muchos) efectos perjudiciales del alcohol, que ya eres mayorcito y tú sabrás qué haces con tu vida.
Pero sí me gustaría compartir contigo algunas reflexiones sobre aquellas situaciones frecuentes en las que sentimos que es necesario añadir [elige entre alcohol / comida / dulce / golosinas] para disfrutar plenamente del momento.
“Con esa paz y tranquilidad, charlando con mi mujer y disfrutando de nuestro momento juntos… ¡¡¿¿bebiendo agua??!!”.
Y entonces le he planteado a Hans el mismo dilema con el que iniciaba este post: “¿Qué eliges entre una buena compañía, una buena cena o un buen servicio?”.
“La compañía, sin duda”.
Una velada en buena compañía podría salvar una mala cena y un pésimo servicio.
Pero la mejor experiencia gastronómica se evaporaría junto a unos comensales desagradables. Años más tarde tendrás un recuerdo más fuerte del mal rato que pasaste que de las delicias del menú de El Bulli.
Por eso, lo más importante es saber qué es lo importante, de verdad.
Y darle la importancia que merece.
El resto, es prescindible.
Desde luego que puedes disfrutar de una copa de vino junto a tu pareja al final del día, tomarte unas cervezas con tus colegas el fin de semana o comprarles una bolsa de “chuches” a los niños para ir al cine… ¡faltaría más!
Pero pregúntate si lo haces porque (de verdad) te apetece o si es un patrón, un hábito, una asociación que haces entre dos cosas que no necesariamente deben ir de la mano.
¿Necesitas tomar dos o tres copas de vino para disfrutar plenamente del atardecer junto a tu ser amado?
Ten en cuenta que un año tiene 365 atardeceres…
¿Las palomitas, golosinas y refrescos para una tarde de cine?
Mejor no me preguntes mi opinión sobre que permitan comer en el cine…
¿Tomar un par de gin-tonics para “coger el punto” porque si no te aburres con los amigos?
No quiero meterme en fregaos, pero no tengo claro que esos sean amigos…
Tampoco necesitas un dulce para celebrar la festividad de turno: que si el roscón de Reyes, la mona de Pascua, los turrones de Navidad, la coca de Sant Joan, els panellets del día de todos Los Santos, la tarta de aniversario, el pastel para el día de la madre, el postre para el día del padre, el día de los enamorados, la fiesta mayor del pueblo…
Como en cualquier otro hábito, esas asociaciones que tú sientes como naturales, en realidad son aprendidas. Y todo lo que aprendes, lo puedes desaprender.
Insisto: haz lo que quieras. Pero hazlo porque quieres y porque te apetece.
No lo hagas porque es “lo normal” (tal vez necesites re-definir qué es normal).
Tampoco te justifiques diciendo que sin ese “ingrediente” no puedes disfrutar plenamente de aquél momento especial.
¡Ah! Eso sí: luego no vengas con quejas y lamentos.
Si una noche se te va de las manos, si un día revientas en un buffet libre o si te empachas de tarta de chocolate en el cumple de tu hija, no pasa nada. A todos nos ha sucedido.
Pero si ese patrón se repite habitualmente y te causa algún tipo inconveniente, afecta en tu vida diaria, te hace sentir mal o simplemente te aleja de los planes que has trazado para tu yo futuro… entonces tienes un problema.
Un problema sobre el que deberías trabajar.
Un día, vale.
Cada semana, no.
Y no, no puedes tenerlo todo. Decide qué es más importante para ti y actúa en consecuencia.
No sigas haciendo aquello que no te conviene mientras intentas convencerte de que lo mereces, te lo has ganado, que es lo normal o que lo necesitas para disfrutar de ese momento.
Sé responsable y compórtate como un adulto.
¿Para ti es más importante cuidar de tu salud y aspecto físico, sentirte vital y lleno de energía y ser el ejemplo de padre que deseas para tus hijos?
Pues disfruta del atardecer junto a tu pareja, sin aditivos (léase vino), y prepárate para todas las cosas buenas que has planificado hacer el día siguiente.
¿Para ti es más importante beber una botella de vino junto a tu pareja, aunque mañana lo pagues en el gym, en el trabajo o con tus hijos?
Pues adelante.
Pero abre los ojos: esa asociación de hábitos, acciones o vicios no es real. Una cosa no requiere, ni implica, la otra.
Hans tendrá que pensar en ello y tomar una decisión.
Salut!
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Fantástica reflexión :)
Gracias Alex! Buena reflexión, comparto con mis clientes.
Un abrazo