⚖️ Quiero cambiar... pero no quiero cambiar...
Quiero ponerme en forma y también quedarme durmiendo una hora más... Quiero adelgazar y también comerme dos trozos más de esa tarta de chocolate... Quiero ahorrar dinero y también el nuevo Iphone 14..
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Hola!
Hace unos días te hablé de Clocky, ese despertador que corre más que tú, pero menos que Chuck Norris. ¿Lo recuerdas?
Te comentaba que es habitual tener sentimientos encontrados y mostrar ambivalencia. Deseas un beneficio futuro, pero también quieres esa gratificación inmediata que tienes frente a ti, ya sea en forma de otra cerveza más, de un frapucciono con doble de nata, de un capítulo más de Netflix o del nuevo iPhone.
A todos nos pasa.
También te hablé sobre la importancia de reconocer y aceptar esa ambivalencia, de saber que esos sentimientos enfrentados son totalmente normales.
A partir de ahí puedes desarrollar estrategias que puedan ayudarte a, por ejemplo, cambiar ese hábito que llevas tiempo intentando cambiar, sin conseguirlo.
Hoy te propongo un ejercicio que puede serte útil en las fases iniciales de un proceso de cambio. Se llama la Balanza de las Decisiones.
Partimos de la base de que todo en esta vida tiene unos beneficios y unos inconvenientes. Es posible que, ante una situación concreta, tengas muy claros los unos y que te cueste ver los otros, o viceversa. Pero siempre están ahí.
Una situación “ideal”, seguro que encierra algún inconveniente.
Una “pésima” situación, seguro que también esconde algo positivo.
Bien, pues te propongo reflexionar un momento sobre esa situación ideal que quieres conseguir y sobre esa pésima situación de la que deseas escapar.
La balanza de las decisiones
Este es un ejercicio interesante que puede ayudarte a comprender mejor porqué repites esas acciones (hábitos) que te has propuesto dejar atrás y porqué te cuesta tanto incorporar esas nuevas acciones en tu vida.
Piensa en algún cambio que te gustaría hacer en tu vida. Sólo uno.
Responde a estas cuatro preguntas, haciendo una lista de todas las respuestas que se te ocurran, por muy obvias o estúpidas que puedan parecerte.
Anota todas las que se te ocurran.
Ey, no te conformes con lo primero que te venga a la mente: ¡toma nota pero sigue rascando!
🙂 ¿Qué hay de BUENO en NO CAMBIAR?
¿Qué me parece bien de la situación actual? ¿Cuáles son las ventajas de seguir como hasta ahora?
🙁 ¿Qué sería MALO de CAMBIAR?
Si cambio, ¿qué podría perder o a qué tendría que renunciar? ¿En qué se vería modificada mi rutina habitual?
🙂 ¿Qué puede ser BUENO de CAMBIAR?
Si cambiara, ¿en qué saldría ganando? ¿Qué nuevas oportunidades o posibilidades se pueden abrir?
🙁 ¿Qué puede ser MALO de NO CAMBIAR?
Si no cambiara, ¿qué cosas malas podrían suceder? Si sigo como hasta ahora, ¿cómo serán las cosas en el futuro (p.e. dentro de 10 años)?
Ni yo ni nadie podemos decirte en cuál es la mejor forma de cambiar para ti.
Tú eres, y deber ser, el experto/a en ti mismo.
Para ello debes hacer un ejercicio de autoexploración y autoconocimiento, hacerte preguntas, ponerte las gafas de científico, experimentar y probar cosas, contrastar resultados y ver qué te funciona y qué no.
De este modo, irás dibujando tu propio manual de operaciones.
¿Qué has aprendido de este ejercicio?
¿Hay algo que te haya sorprendido?
¿Algún beneficio o inconveniente del que no eras consciente?
Según tus respuestas, ¿cuánto de importante (para ti) es llevar a cabo ese cambio?
¿Estás dispuesto a aceptar los inconvenientes que conlleva ese cambio?
No quiero secuestrar más tu atención.
Te dejo con tus reflexiones.
Salut
PD 1: Si no conoces a Clocky, te lo explico aquí.
PD2: ¿Te gustaría compartir un comentario conmigo o con el resto de lectores?