♟ Ajedrez, Taekwondo y 3 sorpresas sobre el cambio
Si crees, como yo hice durante años, que tu comportamiento, acciones y hábitos dependen solamente del análisis y decisiones conscientes de tu cerebro racional, estás equivocado.
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Me apasiona el funcionamiento de la mente humana, especialmente en lo relacionado con los procesos de toma de decisiones, la motivación, la conducta y los hábitos.
Pero no siempre ha sido así.
Aprendí algo hace unos años que cambió radicalmente mi punto de vista (e interés) sobre el porqué nos cuesta tanto cambiar, por ejemplo, de hábitos.
Algo que me abrió lo ojos.
Algo que cambió la frustración de un entrenador personal que no entiendía la razón por la que sus clientes no hacían lo que deberían para conseguir sus objetivos, por una actitud más empática y comprensiva hacia la complejidad del ser humano.
Algo que me ha permitido ayudar más y mejor a las personas de mi alrededor.
Y también a sentirme más realizado y feliz.
Son tres sorpresas sobre el cambio que compartiré contigo hoy.
Pero, antes, dame un minuto para contarte algo sobre mi infancia. Creo nos servirá para ponerte en contexto y te ayudará a comprender cómo funciona mi cerebro (racional) y los motivos por los que estaba tan equivocado sobre los procesos de cambio.
De niño jugué a ajedrez y practiqué taekwondo.
Bueno, iba al cole, jugaba con mis amigos y hacía cosas de niño. Todo normal.
Pero también asistía a clases de taekwondo y jugaba a ajedrez.
Estoy convencido que algunos rasgos de mi yo adulto tienen su raíz en aquella etapa de mi vida:
El taekwondo me enseñó a ser respetuoso, disciplinado, metódico y tranquilo. Aprendí la importancia de la repetición y la práctica consciente y deliberada para llegar a dominar cualquier técnica o habilidad.
El ajedrez me enseño a ser analítico, a solucionar problemas, a buscar y estudiar todas las posibles opciones y alternativas. Y también a ser creativo e ingenioso en la búsqueda de soluciones.
Con 12 o 13 años podía pasarme todo el sábado y el domingo por la mañana en varios torneos de ajedrez, jugando partidas que podían alargarse más allá de las 4 horas. Así que puedes imaginar el tipo de ser racional, frío, calculador y analítico que soy.
Bien.
¿Y qué puedes esperar de alguien racional y analítico a la hora de tomar decisiones?
Pues justo eso: normalmente no suelo alterarme demasiado ante las adversidades, analizo los problemas, estudio todas las opciones y elijo la que me parece más adecuada. Vamos, todo muy racional.
O al menos eso pensaba…
Si miras a través de mis lentes, crees que el cambio de hábitos, por ejemplo, es un ejercicio que se basa en analizar los pros y contras, los riesgos y beneficios, las ventajas e inconvenientes de tu estado actual respecto a otra hipotética posición.
Si sales ganando, actúas y cambias.
Si no sales ganando, sigues como estás.
PENSAR ➤ DECICIR ➤ ACTUAR
Simple, ¿verdad?
Si lo anterior fuera cierto, dar argumentos sobre los beneficios de hacer ejercicio o comer sano y los inconvenientes del sedentarismo o la mala alimentación, serían suficiente para detener la epidemia de enfermedades asociadas al estilo de vida moderno.
“Hay que educar a la población”, suele repetirse.
Pero, ¿es suficiente con educar a la población? ¿Es efectivo?
Pues viendo hacia dónde nos dirigimos diría que no, no es suficientemente efectivo.
Seguramente ya sabes que fumar es malo, que correr en la carretera es peligroso, que esos kilos de más perjudican tu salud, que una manzana es más saludable que un donut o que hacer unos ejercicios de fuerza y movilidad podrían ayudarte con esas molestias recurrentes en tu zona lumbar.
La cuestión es: si sabes qué te conviene hacer, ¿por qué narices no lo haces?
Y es aquí cuando uno se da cuenta de que la lógica y la razón no aplican al comportamiento humano. Matizo: por supuesto tienen su importancia y un cierto peso, pero no son suficientes (ni necesarias) para explicar porqué actuamos como lo hacemos. Al menos en lo que respecta al cambio de hábitos y el estilo de vida.
Saber qué hacer, saber hacerlo y ser capaz de hacerlo de forma repetida son tres cosas muy, muy, muy distintas.
Mi epifanía profesional (y personal) llegó hace algunos años con la lectura de un fantástico libro de los hermanos Chip y Dan Heath: ”Cambia el chip: cómo afrontar cambios que parecen imposibles”.
De los múltiples aprendizajes que puedes extraer de su lectura están, en sus propias palabras, tres sorpresas sobre el cambio:
1. Lo que parece un problema de las personas suele ser un problema de la situación
La primera sorpresa y el primer zasca que me llevé.
Y es que normalmente prestamos muy poca atención al contexto de la persona y cuánta influencia está ejerciendo sobre sus acciones. Claro, si piensas que solamente decides en base a la lógica y razón, el contexto no debería influir demasiado, ¿verdad?
Aunque lo hace. Y mucho.
Hasta tal punto que puede ser determinante en la adquisición, modificación o sustitución de tus hábitos cotidianos. O en que no haya forma de cambiarlos.
Y ese entorno incluye todo lo que está a tu alrededor: personas, lugares, objetos, cultura, costumbres locales, clima,…
2. Muchas veces, lo que parece pereza en realidad es agotamiento
El autocontrol es un recurso limitado.
Pasarte todo el día “controlando” voluntariamente tus decisiones y acciones es agotador.
Por eso es tan fácil caer en las tentaciones al final de la jornada, cuando llegas a casa cansado y te lanzas a los choco crispis o abres una cerveza frente al TV en lugar hervir un poco de verdura o de salir a dar un paseo por el parque más cercano.
Y también por eso es tan difícil cambiar de hábitos en base a la fuerza de voluntad.
La lucha constante te agota.
¿Recuerdas el ejemplo de los surfistas y las corrientes marinas? Pues eso.
3. Muchas veces, lo que parece resistencia es falta de claridad
¿Qué es comer de forma saludable, equilibrada y con moderación?
Probablemente tengas una idea general de qué significa. Tu idea.
Seguramente sea distinta de la mía y de la de otras personas de tu entorno.
El problema aparece cuando debemos actuar sobre ese objetivo abstracto, cuando necesitamos llevar esos conceptos (saludable, equilibrado, moderación) a decisiones o acciones concretas de la vida cotidiana.
La clave está en convertir esas metas en accionables, en tareas concretas sobre las que puedas actuar.
Si no tienes una idea muy clara de lo que debes hacer o evitar, es probable que no hagas nada. Por eso deberíamos huir de conceptos vagos como “hacer algo de ejercicio”, “consumo moderado”, “moverse más y comer menos” o “alimentación equilibrada”, ya que no nos dicen concretamente qué debemos hacer.
Muchas veces, con muy buen intención, damos consejos tan ambiguos y poco concretos que no consiguen que los receptores pasen a la acción.
Saben que deberían hacer algo, pero no saben exactamente el qué.
La claridad diluye la resistencia.
Estas tres (reveladoras) ideas sobre el cambio me abrieron los ojos.
A partir de ese momento, me he preocupado por comprender mejor cómo funcionan esos mecanismos sobre el cambio de hábitos, a identificar los obstáculos con que solemos encontrarnos y a desarrollar estrategias para conseguir esos cambios con la mínima fricción o resistencia posibles.
Porque, como te decía unas líneas atrás, saber qué hacer, ser capaz de hacerlo y hacerlo de forma sostenida en el tiempo, son tres cosas distintas.
El conocimiento, la información, la lógica y la razón son necesarios en cualquier proceso de cambio.
Pero no son suficientes.
El ajedrez y el taekwondo me han dado herramientas útiles para la vida.
Pero la vida no es un tablero de ajedrez: las emociones y el entorno importan.
Para que el cambio se produzca, es necesario dirigir al jinete, motivar al elefante y allanar el camino.
Pero de esto hablaremos otro día.
Buen fin de semana.
Salut
PD 1: Si te interesa el tema, te recomiendo que leas ”Cambia el chip: cómo afrontar cambios que parecen imposibles”. Es un libro ameno, con ideas simples, 100% aplicables y con muchos ejemplos reales sobre situaciones de cambios difíciles. Por algo es el libro que más veces he regalado y recomendado a mis conocidos.
PD 2: Si te apetece, comparte tus comentarios conmigo y con el resto de lectores. Ya sabes que me gusta saber qué piensas!
Alex
Me gustan, mucho, mucho, tus artículos. Los guardo y los releo a menudo. Me ayudan. Son de extraordinaria calidad. Deberías incorporarlos a un libro. Muchas gracias.
Pero...
Creo que deberías matizar esta aseveración:
La emoción es el impulso que induce a la acción
Los estoicos recomendaban desconfiar de las emociones.
La emoción, algo propio del hombre, es una “alteración” del comportamiento lógico y natural.
Dicho esto, el primer paso sería distinguir entre emociones “ negativas” y “ positivas”, La ira es negativa, el miedo paralizante, también.
Pero una explosión de alegría o de bienestar o de ilusión, puede desembocar en un comportamiento erróneo. Conducir mal, beber en exceso, menospreciar a un inferior o compañero, o dar “ gatillazo” en la sesión amorosa con Marijuli, en la que llevas soñando meses.
Alex, te ruego una extensión sobre el tema...emociones y comportamiento.
De nuevo, muchas gracias
Carlos
Alex-
Excelente e inteligente enseñanza. Una gran ayuda. Gracias