👩🏻🏫 Una lección que tardé 15 años en aprender
Porqué una decisión razonablemente buena, basada en las emociones, puede ser mejor que una decisión perfecta tras un análisis basado en la lógica y la razón.
Mercedes y yo entrenamos juntos durante varios años.
Te estoy hablando de unos 20 años atrás.
Mercedes y Jesús tenían un próspero negocio familiar en el que además de ellos dos, su hija mayor y su cuñado (hermano gemelo de su marido), también trabajaban otras 20 personas.
Entre ellas había una madre soltera que Mercedes, según sus propias palabras, “había acogido en adopción”. En realidad eso no era así. Pero lo cierto es que le tenía un cariño especial y siempre estaba preocupaba por el bienestar de madre e hija y les ayudaba con las dificultades a las que se enfrentaban como familia monoparental recién llegada de otro país.
Mercedes es una mujer buena.
Recuerdo que un día me explicó que había acompañado a su “hija adoptada” a un médico nutricionista porque tenía serios problemas de sobrepeso. Era uno de esos médicos que cobran un pico por la visita y que basan su método de adelgazamiento en la prescripción de batidos y alimentos hiperproteicos que, (¡oh, sorpresa!) venden en la misma consulta… a precios populares, claro.
Mercedes corría con todos los gastos, por supuesto.
Podrás imaginar que mi primera reacción fue recomendarle que no lo hiciera y explicarle todos los inconvenientes de estas dietas hipocalóricas e hiperproteicas: “que si no se trabajan sobre las causas del sobrepeso, que si no se educa sobre el cambio de hábitos, que si el efecto rebote, que si son alimentos ultraprocesados, que si maleducan al paladar, que si el coste, bla… bla..bla…”.
Pero Mercedes, que de trato con las personas sabía un rato (la mayoría de sus clientes estaban en tratamiento oncológico), me dió una explicación muy razonable.
Ella no era consciente de ello, pero me estaba enseñando una gran lección.
¡Lástima que tardé 15 años en darme cuenta!
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Hablábamos hace unos días de que es mejor ser razonable que ser racional.
Esa misma semana se presentaba el Iphone 15.
“Alex, ¿qué tiene que ver el iPhone 15, con ser razonable y con la lección que te enseñó Mercedes?.” 🤷♀️
Mucho. Y si me concedes tres minutos de tu tiempo te lo explico.
No sé si a ti te pasa, pero en mi timeline de X (Twitter) últimamente no paran de aparecerme perfiles de inversores, cryptofans y buscadores de la IF (Independencia financiera) dando consejos sobre cómo gestionar tus finanzas e inversiones para convertirte en el próximo Warren Buffet de tu comunidad de vecinos.
La mayoría de estos gurús de las finanzas venían a decirte que si te ofrecen la posibilidad de financiar (como hace Apple) tu nuevo Iphone 15 en 48 meses a un 0% de interés y eliges pagarlo al contado… es que eres tonto.
“Que si así no te descapitalizas por si te surge una oportunidad de inversión en los próximos meses”, “que la propia inflación ya te está haciendo ganar dinero”, “que si ese dinero lo invierten en el SP500 y le sacan una rentabilidad del 7% anual”…
No sé… Yo apenas entiendo de finanzas.
Pero sí que estoy seguro de un par de cosas:
Si necesitas financiar un Iphone 15, tal vez no deberías comprártelo.
Que los análisis anteriores son puramente racionales
¿Y sabes qué se echa de menos en una análisis puramente racional?
Las EMOCIONES.
¿Y si resulta que tú duermes más tranquilo cuando no tienes deudas? ¿Y si eres de los que prefieres no hipotecar 45 € de tus ingresos mensuales de los próximos dos años? ¿Y si has sido educado para no vivir por encima de tus posibilidades?
¿Qué peso tienen tus sentimientos en las decisiones que tomas a diario?
Mucho.
Ya te lo dije, pero no me importa repetírtelo: “No eres una hoja de cálculo, eres una persona”.
Por eso, financiar un teléfono a un 0% de interés puede ser una buena decisión racional. Del mismo modo que pagar al contado puede ser una opción muy razonable para algunas personas.
Y me ha recordado el clásico consejo que se da a las personas endeudadas con varios préstamos: dedicar todos los recursos disponibles para quitarse de encima el préstamo con el interés más elevado, para luego, una vez saldado, pasar a la deuda con el segundo interés más alto hasta liquidarla, y así sucesivamente hasta acabar con todos los pagos pendientes.
Nuevamente, estamos ante una decisión lógica basada en un análisis racional.
Sin duda, es la mejor forma de liquidar las deudas y pagar menos intereses.
Aunque hay otra forma de hacerlo.
Algo que nunca te recomendará un asesor financiero.
Una forma menos racional, pero igualmente razonable: empezar por la deuda del préstamo menor importe, la que puedas liquidar en un menor tiempo posible. Pasar luego a la segunda deuda más pequeña. Y repetir el proceso con el resto.
Es decir, la recomendación general es afrontar los pagos ordenados de más a menos según los intereses de cada uno frente a saldar las deudas ordenadas de menor a mayor importe (sin tener en cuenta los intereses que conlleva cada una).
¿Qué sentido tiene optar por una fórmula que, a la larga, te costará más dinero?
Pues puede tener todo el sentido si lo que necesitas es un poco de esperanza, creer que puedes salir de ese pozo financiero, sentir que puedes hacer algo al respecto y ver que tus esfuerzos tienen una recompensa clara e inmediata.
Si la deuda por un préstamo con un interés más elevado es grande, podrías tardar meses o años en quitártela de encima. Y, aunque todos los pagos que adelantes reduzcan significativamente el importe total que terminarás pagando por ese préstamo, seguramente tu sensación es la de que no progresas.
Sí, racionalmente sabes que es lo más conveniente. Pero no lo sientes.
¿Y sabes cuál es el motor que nos hace mover y progresar?
La EMOCIÓN.
La emoción es el impulso que induce a la ACCIÓN.
Por eso, ver que has tachado de la lista una de tus deudas pendientes es una minivictoria, te confirma que tus esfuerzos no son enn vano y que estás avanzando.
Y eso te anima a seguir haciendo cosas para mejorar tu economía.
Es el efecto bola de nieve.
Esa es la lección que me enseñó Mercedes, pero que yo no aprendí hasta una década más tarde.
“Alex, lo sé. Pero también sé que si no ve unos resultados rápidos, si no ve que progresa, se desanimará y seguiremos como hasta ahora. Que empiece así, que vea resultados en 1 o 2 semanas, que sienta que puede hacerlo, y luego ya iremos haciendo otros cambios”.
Mercedes estaba siendo mucho más razonable que yo.
Yo apelaba a la lógica, a hacer lo que es necesario y hacerlo porque es lo mejor, sin tener en cuenta ni los sentimientos ni las emociones de la persona.
Mercedes estaba buscando una solución que, sin ser la ideal , era razonablemente buena para iniciar el cambio deseado.
¿Qué aprendí de todo esto y porqué te lo cuento?
Pues que el conocimiento es necesario en cualquier situación de cambio, pero no es suficiente. Saber qué hacer, saber hacerlo y hacerlo regularmente son tres cosas muy distintas.
Por eso ahora creo que es más importante romper la inercia, arrancar, buscar una forma razonablemente buena para iniciar cualquier cambio que quieras llevar a cabo en tu vida, que apuntar a lo óptimo o ideal, por muy lógico y racional que parezca sobre el papel.
Y ahora entiendo que, en ese juego de equilibrios entre la razón y los sentimientos, cada persona debe encontrar la combinación adecuada que le permita acercarse hacia sus objetivos de forma constante y sostenida sin ser aplastado por los “debería” que le dicte la razón.
Busca el progreso, no la perfección.
Sé más razonable, y menos racional.
Salut!
PD 1: No te tomes las reflexiones anteriores como consejo financiero. Ya te he dicho que apenas entiendo de finanzas. Haz tu propio análisis racional y toma una decisión razonable (para ti y tu contexto personal).
PD2: Si te interesa el tema de la toma de decisiones, los procesos de cambio y el papel de la razón en las emociones, puedes leer este post que escribí hace un tiempo
PD 3: Si te apetece, comparte tus comentarios conmigo y con el resto de lectores. Ya sabes que me gusta saber qué piensas!